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Carta Abierta a Comunistas e Independentistas

Con vosotros, los comunistas, los votantes de Bernie Sanders o Podemos, con aquellos que creen en el colectivo superior al individuo, tengo algo en común. No hay nadie con el que se debata de política que no esté de acuerdo en la máxima universal infalible, ya sea real(políticos de corazón) o fingido(políticos, mafia). Todos parten de que se debe respetar una norma básica por encima de todas, incluso los socialdemócratas. Ese principio es el del respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros, la versión social de no hacer a los demás lo que no desees a ti mismo.


Después, la culpa de que eso no se de en la práctica se reparte de manera desigual, en el tiempo. A veces son más los que culpan al gobiernos de turno, sea Rey o Presidente, a veces son más los que culpan a la iniciativa privada. Lo segundo es el caso de estos tiempos que corren, hoy no me interesa dar respuesta a ese misterio(hoy, mañana a lo mejor os lo digo).


Digamos que no tengo la respuesta. O mejor, que tengo la respuesta pero no puedo demostrarla contra toda duda. Siendo honestos y sinceros, debemos abrir los ojos y pensar que si hay tanta gente que piensa diferente a mi, a lo mejor no tengo la certeza total. Debemos ser reflexivos y conceder que no existe una respuesta y centrarnos en aquello que lo tenga.


¿Qué tiene respuesta? En tiempos católicos es el libre albedrío, en tiempos civiles son las libertades civiles. Cualquier persona debe poder elegir cualquier camino siempre y cuando no produzca perjuicio en los demás. Debo conceder que lo que definimos como perjuicio podría ser susceptible de interpretación, así que tampoco puedo admitir certeza sobre eso. Hay que dejar a cada persona lo que entiende por perjuicio, pero que pueda elegir si se somete a su influencia o no.


Para eso, hay que vivir en sistemas legales diferentes. Si alguien quiere poder elegir consumir estupefacientes, no puede coexistir legalmente con el que no quiere estupefacientes a su alrededor. Si alguien quiere trabajar por techo y comida, no puede coexistir con aquel que exige condiciones para desarrollar un trabajo. Un partidario de fronteras abiertas no puede ser partidario de la colectivización de los medios de producción ni el estado del bienestar. No en el mismo término legal, pero si en el mismo término territorial, aunque pueda hacerlo, incluso, en diferente término territorial o comunidad.


Si queremos avanzar en la construcción de una sociedad moderna y sin barreras, debemos aunar esfuerzos para destronar al enemigo común de comunistas, turbocapitalistas y anarquistas de toda índole: el Estado, aquella entidad con una superioridad legal sobre otros y un monopolio de la violencia.


Trascender el Estado y conseguir un acuerdo de mínimos no es tarea fácil. Sin embargo, los capitalistas también respondemos a lo que constató Kropotkin, que es la empatía y la solidaridad. Lo mismo esperamos de los anticapitalistas. Absorbamos conocimientos anteriores y rescatemos la idea de la panarquía.


Construyamos una comunidad basada en las nuevas tecnologías para identificarnos entre nosotros. Establezcamos cada uno el fuero al que nos queramos someter, viendo en el horizonte la idea de conseguir territorios autónomos. Pero empezando y descubriendo nuevas formas de administración que sean superiores, en representación popular y eficiencia, a los gobiernos y democracias.


Nadie puede estar de acuerdo con la dictadura de la mayoría, que no es otra cosa que la democracia. Es incompatible con la propiedad privada, y es incompatible con los derechos civiles de las minorías, y también es incompatible con la apertura de fronteras y el respeto irrestricto a los proyectos de vida ajenos.


Las soluciones anteriores no han funcionado, probemos nuevas formas de organizarnos. Desde una tabla rasa, tracemos las líneas de una sociedad avanzada que debe replantear sus bases. No podemos plantear un futuro en base a pasadas rencillas, enemistades o historias que nos han contado. ¿Es realmente imposible convivir? No puede serlo, estamos condenados a ello.


Tenemos al alcance de nuestra mano la libertad. Depende de que queramos hacerlo, pero es técnicamente posible hoy, por primera vez en la historia. Si somos muy específicos con las ideologías teóricas, no seremos jamás suficientes para abrumar los contraataques del Estado. Pero si nos juntamos todos, si un día decimos: hasta aquí, hoy nos desconectamos. No podrán hacer nada.


En el mismo saco están los independentistas de toda índole, y todos aquellos que desean, con buenas intenciones, que la estructura social y su administración se reinvente y nos convirtamos, todos, en reyes de nuestro propio castillo(o reinas o reinonas, lo que se quiera). ¿Una comunidad gay?¿Una comunidad ultracatólica?¿Anticapitalistas?¿Anarcocapitalistas? La respuesta es la panarquía. Es una buena idea que merece la pena intentarse. Republicanos: esta es el verdadero cambio, la república de tu casa.


No nos tengáis miedo, colaboremos. Uníos.


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